A merced de un cursor de computadora

Dejo correr el reproductor de música mientras abro el archivo de Word. Me quedo un buen rato observando el cursor titilar, mientras Lana Del Rey me dice a través de mis bocinas que soy malo para ella pero que sin embargo me desea; nunca he sido muy bueno para escribir, lo admito. Anoche, mientras trataba de conciliar el sueño comencé a escribir en mi cabeza una pequeña historia, detallando en medio de mi vigilia lo que mi pluma imaginaria quería expresar…recuerdo que era una buena historia, una que quizás algún día decida plasmar en una hoja de Word similar a esta, hoy, sin embargo, no me siento con ganas…me suele suceder. En el fondo Bob Dylan me dice que los tiempos están cambiando, giro mi mirada hacia la ventana y decido no creerle, acá todo sigue igual.

Allí, en la calle, se escuchan los ruidos de los carros, y yo acá, sentado sin saber realmente sobre qué voy a escribir. Me sonrío al acordarme como acepte la propuesta de escribir en este blog con tanta seguridad y prestancia, aun sabiendo que en la realidad soy bastante apático para escribir, prefiero leer antes que escribir, en parte porque es más fácil leer a alguien más, pero principalmente porque nunca nada de lo que he escrito me resulta al final digno de ser leído por otra persona. Así que decido buscar un cigarro, echarme así atrás en mi silla y escuchar a Leonard Cohen decirle a Marianne decirle que es realmente bonita. Marianne es una chica afortunada, en mi opinión.

En tardes como estas (tranquilas, grises y exageradamente monótonas) provoca salir y vivir un poco, pero el cursor titilante de Word está allí, expectante y demandante, recordándome en cada pulsación que tengo un compromiso con una buena amiga, y que no piensa dejarme salir hasta que detrás de el haya dejado una cantidad de palabras que lo dejen conforme, o al menos lo suficientemente satisfecho.

Pero ella me llama, quiere ir al cine conmigo, y yo no estoy dispuesto a incumplir sus deseos. En mis bocinas, Friendly Fires habla de llevar a su chica a vivir en Paris. Yo me imagino en Paris con ella, sonrío. Apago el cigarrillo, le pido perdón al cursor por la mala calidad de lo escrito, le doy a guardar y me despido de mi página de Word. Con suerte la señorita Granaina vera este pequeño escrito de su agrado.

Hasta que nos volvamos a leer…