Palabras

Francis Fitzgerald, uno de mis escritores favoritos escribió una vez: "puedes acariciar a la gente con palabras". Una frase que últimamente me ha resultado más poderosa de lo que en un principio me suponía. Las palabras, una vez dichas o escritas, ejercen un efecto demoledor en quien las recibe. Es inevitable, todo lo que decimos cambia, para bien o para mal, la forma en la que nos ven los demás. Más aun cuando son palabras cariñosas y que demuestran un interés hacia la persona hacia la cual las diriges.

Y es que las palabras, una vez habladas, vuelan y no tornan. Somos responsables de lo que decimos, y de toda consecuencia posterior. Lo cual deja bastante claro que hay que pensar muy bien antes de hablar, que por más cliché que sea, no deja nunca de ser una verdad enorme. Porque nada peor que herir a alguien que no quieres herir solo por soltar palabras al viento, sin detenerte siquiera un segundo a pensarlas.

Lo difícil del caso (todo en esta vida es difícil) es que hay veces que debemos empeñar nuestras palabras, apostar por ellas para conseguir algo (o alguien) que queremos, aun sabiendo que diremos palabras vacías, llenas de buenas intenciones pero de poco sustento. Palabras, sin embargo, que sentimos la necesidad de decirlas, puesto que si hay algo seguro en esta vida, es que las palabras son el arma de los humanos para aproximarse unos a otros, y por eso hay veces, que debemos asumir lo que pueda pasar por ellas. Todo por la bendita manía de querer estar con alguien.

Y no nos creamos a pie puntillas aquel refrán que dice "las palabras se las lleva el viento", más bien, pensemos como Ionesco y digamos "solo valen las palabras. El resto es charlatanería".

Yo por mi parte prometo cumplir todo aquello que te he dicho, así todavía tengas algunas dudas...