Sin
haber puesto un pie en Australia puedo decir sin lugar a dudas que tengo una relación
amor-odio con ese país.
Un país
donde hasta la más pequeña hormiga no solo es venenosa, sino que te puede matar
con relativa facilidad es un país donde usted nunca me vería estar, ni siquiera
de vacaciones. Y es que todas las criaturas peligrosas paren haber decidido
hacer de ese país-continente su feudo particular, todo gracias a las locuras de
la panguea, que inteligentemente dejo apartado a ese terreno de la humanidad
para que el resto del mundo no tenga que
sufrir de cocodrilos de 8 metros, arañas de tamaños obscenos, medusas y
tiburones que deciden bañarse a tu lado en las playas y pare usted de contar.
Irónicamente,
Australia poco a poco se esta convirtiendo en el país donde mas me gustaría vivir,
y todo gracias a su fabulosa movida musical. Tengo que admitir que es
impresionante la cantidad y la calidad de los artistas salidos de las tierras
del buen Cocodrilo Dundee. Cualquier género que tu busques, allí siempre conseguirás
a un artista australiano dictando la pauta, solo hay que pasar un rato
escuchando mi emisora favorita, la Triple J para dar fe de mis palabras.
De
Melbourne sale una de las últimas joyas musicales del país, Alpine, una banda
compuesta por 6 jóvenes que vienen a ser como una especie de The XX mas pop,
menos enfocados en el aspecto lírico y mas pendientes del beat. Con su álbum “A
is for Alpine” (2012) han firmado uno de los debuts mas comentados en la movida
indie no solo de Australia, sino de todo aquel que conozca sobre el tema.
Les dejo aquí el vídeo (genial por cierto) de uno de sus sencillos, “Hands”. Espero
que lo disfruten.
Einstein
siempre ha tenido la razón, todo es relativo. ¿Y es que de otra manera se puede
comprender que leyendo las noticias nacionales e internacionales, leyendo como
roban y se matan yo este aquí realmente preocupado porque ella no me quiere
responder los mensajes que le escribo? Fácil, en lo relativo a mí, eso es lo más
importante en estos precisos instantes.
Recuerdo
leer la novela de Ernesto Sabato “Sobre héroes y tumbas” y sentirme
identificado con el personaje de Martin, un joven idealista pero lleno de
sobras a su alrededor, que termina enamorándose de una chica completamente
opuesta a él. Me identificaba por su manera de afrontar las situaciones a las
cuales Sabato lo hacia enfrentarse, siempre creyendo que yo, de estar en su situación
actuaria de forma bastante similar. Sin embargo, es el la continuación de “Sobre
héroes y tumbas”, es decir, en “Abaddon el exterminador” donde Martín, ya
adulto y un tanto melancólico y cambiado por lo que ha pasado que dice una
frase que si bien no recuerdo exactamente dice mas o menos así: “como puedo
preocuparme por los que asesinan en la guerra cuando eso sucede tan lejos de
mi, cuando tengo mis propias preocupaciones que las siento mas reales porque
las vivo” la razón de eso es que no puedes quitarte de la cabeza lo que te
afecta directamente; si yo fuese palestino, seguramente viviría y sufriría el
infierno que están pasando (y viven pasando) con todo el impacto que se merece,
pero no soy palestino, soy venezolano, un venezolano que se lo pasa mirando al
celular cada 10 minutos solo para ver si la chica que le gusta se decide
escribirle para perdonarlo, o al menos para decirle algo, lo que sea.
Pero
es que las preocupaciones, no obstante, se clasifican en una especie de pirámide
moral, es decir, por mas que un enamorado sufra por su enamorada, un padre de
familia sufra porque el dinero no le alcanza para alimentar a todos, un chico
sufra de abuso en el colegio o una persona viva en zona de guerra, ninguno de
esos sufrimientos, por mas validos y dignos de ser tomados en cuenta que sean, serán
vistos por la opinión publica de la misma manera. Lo cual no cambia, obviamente,
que para cada uno de los personajes en cuestión, su problema sea el problema
mas grave del mundo. La razón de eso es que siempre el ser humano, en su fascinación
con observar el lado horrible de la vida invariablemente le tomara más
importancia a lo más grotesco y “digno” de ser televisado. De allí que siempre
las guerras sean tan buen negocio para todo el mundo.
Wayne
Dyer escribió una vez “la catástrofe que tanto te preocupa, a menudo resulta
ser menos horrible en la realidad, de lo que fue en tu imaginación.” Cosa que
puede ser cierta, al menos en el 90% de los casos; ¿cuantas veces no hemos
notado que aquello que nos tenia preocupados termina siendo irrelevante al
final, o aquel problema que no nos deja dormir en la noche al final se
soluciona de la forma mas inesperada para fortuna de nosotros? Y sin embargo aquí me tienen, mirando el celular, esperando que me diga algo, lo que sea.
Mujeres
hermosas sobran en este mundo. Solo hay que echarle un vistazo a las calles de
nuestras ciudades para darse cuenta que no miento en lo mas mínimo; de todas
las formas, de todos los estilos, el mundo esta lleno de ellas. Mujeres
talentosas, a su vez, se consiguen por montón también. Da igual el campo de
trabajo o de estudio al cual te fijes, siempre conseguirás mujeres capaces de
hacer grandes cosas y de llevar sus talentos a buenos puertos y expandir la
forma en que vemos o hacemos las cosas.
Pero,
¿y las mujeres elegantes? Siempre hemos considerado a una mujer como elegante
solo basándonos en su forma de vestir, de allí que siempre los grandes iconos
de la elegancia femenina sean modelos o diseñadoras o cualquier mujer que este
estrechamente ligada al mundo del fashion. Sin embargo, lo que yo considero
elegancia va mas allá de lo que uses, o de como lo uses. La elegancia es una cuestión
de actitud, de ofrecer siempre una estampa señorial, de transmitir sensualidad
sin resultar obvia, de inspirar respeto y admiración sin imponerse sobre nadie;
en fin, de ser una fuerza capaz de capturar todas las miradas sin necesidad de
andar por la vida como una adicta a la atención.
¿Y a
que se debe todo este preámbulo sobre la elegancia? Se preguntaran, y la razón es que aunque
seguramente en los diversos campos de la vida deben existir mujeres que entren
en esa descripción personal de la elegancia, en la música la cosa cambia. Hay muchísimas
mujeres talentosas, cantidades y cantidades de mujeres hermosas, pero me cuesta
conseguir mujeres elegantes, más aun mujeres que cumplan con esas tres
cualidades de belleza, talento y elegancia.
Es allí
donde llega la señorita Jessie Ware, inglesa (cuando no sino Inglaterra) que
viene a canalizar toda la elegancia musical de una vieja conocida por todo buen
melómano, la señorita Sade, en un álbum (Devotion 2012) lleno de esa belleza
musical y lírica que tanta falta le vine
haciendo a la movida musical actual, especialmente entre las voces femeninas,
donde proliferan las niñas lindas, algunas de las cuales muy talentosas, otras
no tanto, pero que todas comparten un común denominador: ninguna le aporta
elegancia a la música.
Le
viene bien a la música que el pop soul y el R&B estén poco a poco
infectando los demás estilos mas populares, y le hace bien a todos que
señoritas como Jessie Ware intenten ofrecernos algo distinto a lo acostumbrado,
por mas que sea fuertemente inspirado de la movida revival ochentera que desde
hace rato ha tomado a la música en general. En fin, aquí los dejo con mi canción
favorita de su altamente recomendado álbum. Disfrútenla.
Heme
aquí de nuevo, otra vez frente al intimidante blanco de Word intentando por millonésima
vez plasmar al menos la mitad de las cosas que tengo en mi cabeza en una serie
de párrafos coherentes y suficientemente interesantes como para no hacerles ver
a los pobres lectores que les estoy haciendo perder el tiempo.
¿Y
que hago escribiendo aquí en este blog de mi buena amiga miss Granaina? Simple,
me da pereza crear el mio propio y aquí tengo cierta seguridad de que lo que
escriba será leído por alguien. Soy así de interesado y cómodo supongo, no me culpen
por ello, se les agradece.
Esta
mañana, cuando planeaba el tema de este escrito, tenia en mente ciertos temas
concernientes a ciertas cosas que me están pasando actualmente, pero como al
parecer las cosas se están desarrollando a mi favor he preferido dejar ese tema
al lado y jugar a la cábala de no comentar nada para que todo siga así, porque
si las leyes de Murphy son ciertas, lo son porque siempre me pasan, de tal
manera que mejor no tentar los males de la mala suerte, que bien que han sabido
joderme la vida en ocasiones.
Así
que ahora estoy acá, sin la mas absoluta idea de como terminara esto que
escribo. Podría hablar sobre algo que ha rondado por mi cabeza estos últimos días;
la siempre común forma de disfemismo de animalizar a las personas, todo
obviamente bajo el halo del desprecio y la actitud degradante y denigrante, típica
del común de nuestras sociedades.
Y que
lance la primera piedra aquella persona q nunca ha dicho (o le han dicho) cierto
calificativo despectivo comparándolo con algún pobre animal que no tiene la
culpa de representar esa mala imagen a la cual lo comparan. Todos hemos sido
perros, perras, zorras, sapos, cerdos, víboras, lombrices, gatas, pare usted de
contar. Si hay algún animal, el ser humano sabrá descubrirle sus defectos y encasquetárselos
a otro mediante el bien sabido insulto.
El
asunto con eso es que lo irónico del caso es que un peor animal que uno el ser
humano no existe, no necesitamos usar de ejemplos al resto del zoológico del
planeta para sacarnos en cara lo tristes, patéticos y horribles que podemos
llegar a ser. Con decirnos “humanos” basta y sobra para entender de lo que
somos capaces.
Y no
escribo estas cosas para resaltar la “nobleza” animal, o para dármela de
moralista y superior porque yo si trato bien a los animales y cosas así, porque
hay animales hijos de puta y como soy cero por ciento vegetariano, también hay
animales que nunca podre ver de otra manera sino como comida. Pero eso no me
resta méritos para decir que los animales en general no deberían ser los
protagonistas de las ejemplificaciones despectivas de la gente; pero por otro
lado, uno nunca puede pedirle al ser humano en general que sea al menos
original en su forma de expresarse, mucho menos cuando lo que expresa es pura verborrea
llena de bilis y altamente cínica.
Habrá quien diga sin embargo, que nosotros, al ser animales también, se nos debería aplicar
esa misma lógica, y ofrecernos el beneficio de la duda y creer que somos en esencia
tan buenos como los otros animales, pero se equivocan, pues como decía Orwell “Todos
los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros.”
Lamentablemente
para ellos, los humanos contamos con los dedos de una mano aquellos animales
que consideramos relativamente iguales, y no siempre los tratamos como debería.
Me
retiro agradeciéndole a la señorita Granaina que me permita escribir mis
divagaciones por acá. ¡Que lo estés pasando bien señorita!